[Quito, 21/05/2025]
El país ha desembolsado más de USD 670 millones desde 2023, mientras Colombia exporta energía termoeléctrica, la más costosa del mercado.
Ecuador continúa atravesando una compleja crisis energética que lo obliga a depender de la electricidad importada desde Colombia. Lo preocupante es que, pese a que los embalses del país vecino han recuperado niveles históricos e incluso han tenido que desfogar agua para evitar desbordamientos, los precios de la energía que llega a Ecuador se mantienen en niveles récord.
El costo de la electricidad se triplicó desde 2022.
Durante los primeros meses de 2025, Ecuador ha pagado un promedio de USD 0,1967 por kilovatio-hora (kWh) por la energía importada desde Colombia. Esta cifra representa más del triple del costo promedio registrado en 2022, cuando el país no enfrentaba problemas graves en el sistema eléctrico.
Esta situación genera una presión significativa sobre las finanzas públicas, especialmente considerando que una parte importante de la generación nacional se ha visto afectada por la sequía prolongada y el retraso en el mantenimiento de centrales hidroeléctricas clave.
Colombia prioriza energía termoeléctrica, la más cara
Aunque las lluvias han mejorado el panorama hídrico en Colombia, las exportaciones hacia Ecuador siguen siendo mayoritariamente de energía termoeléctrica, una fuente basada en combustibles fósiles que tiene costos de producción mucho más elevados que la energía hidroeléctrica.
Colombia ha optado por reservar su energía hidroeléctrica para el consumo interno y por vender al exterior únicamente la energía generada por sus plantas térmicas, lo que explica el elevado costo que actualmente enfrenta Ecuador.
Más de USD 673 millones gastados en importaciones energéticas
Entre 2023 y el primer trimestre de 2025, Ecuador ha destinado USD 673 millones al pago de electricidad importada desde Colombia. Para expertos del sector energético, esta cifra es alarmante, ya que habría sido suficiente para financiar la construcción de una nueva central hidroeléctrica nacional, con una capacidad similar a la energía actualmente importada.
La dependencia energética externa no solo representa un gasto alto e insostenible en el tiempo, sino también una vulnerabilidad estratégica en términos de soberanía y seguridad energética.
Urge una política energética a largo plazo
Esta situación pone en evidencia la necesidad de una planificación energética integral y sostenida en el tiempo, que priorice inversiones en infraestructura nacional, el mantenimiento de las centrales existentes, y el desarrollo de fuentes renovables como la solar y la eólica.