Quito, 25 de mayo del 2025
En un contexto donde las enfermedades crónicas no transmisibles como el cáncer continúan en aumento a nivel global, nuevas investigaciones destacan un factor de prevención al alcance de la mayoría: la actividad física regular. De acuerdo con múltiples estudios científicos, realizar ejercicio de forma constante puede reducir hasta en un 40% el riesgo de desarrollar diversos tipos de cáncer, entre ellos el de colon, mama, endometrio y pulmón.
Especialistas en oncología y medicina preventiva coinciden en que el movimiento no solo es beneficioso para mantener un peso saludable y fortalecer el sistema cardiovascular, sino que también incide directamente sobre los procesos biológicos que influyen en el desarrollo de células cancerígenas.
“El ejercicio ayuda a regular los niveles hormonales, disminuye la inflamación sistémica y mejora la respuesta inmunológica del organismo”, explica la doctora Mariana Ruiz, oncóloga clínica. “Todos estos factores están íntimamente relacionados con el riesgo de aparición y progresión del cáncer.”
Además, se ha comprobado que la actividad física reduce la resistencia a la insulina, una condición vinculada con un entorno metabólico propicio para el crecimiento tumoral. Por otra parte, al favorecer el tránsito intestinal, disminuye el tiempo de exposición a agentes carcinógenos en el tracto digestivo, lo que ayuda a prevenir cánceres como el de colon.
Las recomendaciones actuales de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sugieren realizar al menos 150 minutos de ejercicio moderado o 75 minutos de actividad intensa por semana, además de incorporar ejercicios de fuerza muscular dos veces por semana. Caminar, correr, nadar o incluso bailar pueden ser actividades suficientes si se practican con regularidad.
En una sociedad marcada por el sedentarismo y los malos hábitos alimenticios, este hallazgo cobra una relevancia aún mayor. La prevención del cáncer, recalcan los expertos, no solo debe enfocarse en la detección temprana, sino en fomentar estilos de vida saludables desde etapas tempranas de la vida.
“Está en nuestras manos cambiar las estadísticas. El ejercicio no es una cura mágica, pero sí una herramienta poderosa y accesible para reducir el riesgo de una de las enfermedades más temidas del siglo XXI”, concluye la doctora Ruiz.