Extraño los tiempos en los que los bomberos extinguían el fuego con agua y no con más fuego, como en Fahrenheit 451, del escritor Ray Bradbury, en donde en lugar de apagar el fuego los bomberos avivan las llamas con libros.
El Ecuador del 2025 está atravesando una situación similar, queremos apagar al incendio con más fuego, y es que, al parecer nadie le ha dicho a nuestro monarca que al fuego no se lo combate con más fuego, sino se lo extermina con agua o con polvos químicos secos.
Combatir la delincuencia con represión y satanización racial es exactamente eso: intentar apagar un incendio con gasolina. Combatir bala contra bala no resuelve nuestro problema de inseguridad, al contrario, aviva las llamas de un país que se incendia día a día y quienes habitamos en él sufrimos quemaduras hasta de tercer grado.
La militarización del país no ha resuelto nada, solo ha contribuido a sumar desapariciones forzadas a las ya escandalosas cifras de muertes y homicidios intencionados.
Los países vecinos ven como nos incendiamos, pero nadie hace nada por echarnos un poco de agua, todo esto porque nuestro honorable presidente fue quien prendió el fósforo y sigue echándole gasolina a los cimientos del país. Fue él quien se encargó de tomar con sus propias manos el deflagrador y con su burlona sonrisa apuntó aquella puerta azul sin importarle que se queme el resto de la casa.
Esperamos que al presidente se le baje un poco la temperatura, se le aparezca una Clarisse McClellan y que le enseñe a leer los libros en lugar de quemarlos, de lo contrario, como en la novela de Ray Bradbury, nuestro honorable presidente seguirá con su “fiera sonrisa que hubiera mostrado cualquier hombre burlado y rechazado por las llamas”.