El Banco Mundial ha confirmado que América Latina y el Caribe crecerán apenas un 2.3 % en 2025, cifra que mantiene a la región en una senda de bajo dinamismo. Aunque no se prevé una recesión, el informe advierte que sin reformas profundas, el continente podría vivir una “década perdida” en términos de desarrollo.
Un crecimiento desigual
Brasil y México muestran signos de estabilidad gracias a la inversión extranjera y al consumo interno. Chile y Perú, en cambio, enfrentan desaceleraciones vinculadas a la caída del precio de los minerales. Ecuador registra un avance moderado, impulsado por el turismo y las exportaciones agrícolas, pero amenazado por la inseguridad y la falta de inversión en innovación.
Argentina continúa en crisis con inflación de dos dígitos, mientras que Haití y Venezuela siguen sumidas en conflictos estructurales. La heterogeneidad regional es tan amplia que impide un avance conjunto.
Reformas pendientes
El Banco Mundial propone tres prioridades: mejorar la educación, invertir en infraestructura y fortalecer la digitalización. Sin estas reformas, la productividad seguirá estancada.
“América Latina tiene talento y recursos, pero carece de visión estratégica”, señaló Carlos Felipe Jaramillo, vicepresidente del organismo.
El estudio subraya además que la desigualdad sigue siendo uno de los principales obstáculos. Más de 180 millones de personas viven en pobreza, y la informalidad laboral afecta al 60 % de la fuerza de trabajo.
Inversión y confianza
La región necesita atraer inversión extranjera directa, pero la inestabilidad política en países como Ecuador, Bolivia o Guatemala espanta a los capitales. A su vez, los emprendedores enfrentan barreras burocráticas que frenan el desarrollo del ecosistema digital.
Perspectiva global
Comparada con Asia (4.7 %) y África (3.9 %), América Latina se rezaga. “El mundo avanza con inteligencia artificial y energías limpias, mientras la región sigue discutiendo subsidios y deudas fiscales”, lamenta la analista colombiana María Fernanda Ramírez.
El informe concluye que el futuro dependerá de la capacidad de los gobiernos para generar confianza y estabilidad. Sin una agenda común de innovación, la región corre el riesgo de quedar al margen del nuevo orden económico global.