El huracán Erin, el primero de la temporada ciclónica 2025 en el Atlántico, volvió a intensificarse este lunes 18 de agosto hasta alcanzar la categoría 4 en la escala Saffir-Simpson, con vientos sostenidos que superan los 209 km/h. El fenómeno, que en días anteriores había perdido fuerza, recobró energía al desplazarse sobre aguas cálidas, generando alarma en varias islas del Caribe y en la costa este de Estados Unidos, que se prepara ante un posible impacto en los próximos días.
Ubicación y trayectoria del huracán
De acuerdo con el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos (NHC), Erin se encuentra a unos 210 kilómetros al este-noreste de Grand Turk, en las islas Turcas y Caicos. Su movimiento es hacia el oeste-noroeste a una velocidad de 19 km/h. Aunque todavía no es claro si tocará tierra firme en el Caribe o en Norteamérica, los modelos meteorológicos coinciden en que el ciclón se mantendrá como un huracán mayor durante al menos las próximas 48 horas.
El NHC advirtió que la trayectoria podría variar y pidió a la población de Bahamas, República Dominicana, Puerto Rico y la costa atlántica de Estados Unidos mantenerse alerta a las actualizaciones.
Riesgos para la región
Las autoridades meteorológicas han emitido alertas de tormenta y marejadas ciclónicas para varias islas del Caribe. Se espera que Erin provoque lluvias torrenciales, inundaciones repentinas y deslizamientos de tierra, especialmente en zonas montañosas. En áreas costeras, se prevé la formación de olas de más de cuatro metros, lo que representa un riesgo severo para comunidades pesqueras y turísticas.
En Puerto Rico, el gobernador convocó a una reunión de emergencia con organismos de protección civil, mientras que en Florida y Carolina del Norte las autoridades locales ya trabajan en planes de contingencia ante un eventual impacto a finales de la semana.
Impacto económico y social
La temporada de huracanes suele tener un fuerte impacto en las economías locales del Caribe, particularmente en el turismo, que constituye la principal fuente de ingresos de países como Bahamas y República Dominicana. Los hoteles y operadores turísticos han comenzado a evacuar visitantes de zonas costeras, mientras aerolíneas reportan cancelaciones de vuelos en las rutas más cercanas a la trayectoria del huracán.
En Estados Unidos, empresas de energía están tomando precauciones para minimizar cortes de electricidad, ya que los huracanes de categoría 4 pueden dañar gravemente la infraestructura eléctrica y de telecomunicaciones.
Cambio climático y huracanes más intensos
Científicos meteorólogos advierten que el caso de Erin es un reflejo del impacto del cambio climático en la intensidad y frecuencia de los ciclones tropicales. El calentamiento de los océanos favorece que tormentas que inicialmente son débiles se intensifiquen rápidamente en huracanes de gran magnitud.
Un informe de la Organización Meteorológica Mundial señala que los huracanes de categorías 4 y 5 son cada vez más comunes, y que el tiempo de preparación de las comunidades es menor debido a la velocidad con la que estos sistemas ganan fuerza.
Preparativos y llamados a la calma
Ante el avance de Erin, autoridades de distintos países han pedido a la población mantener la calma pero también estar preparada con suministros básicos, agua potable, linternas y equipos de primeros auxilios. La Cruz Roja Internacional informó que ya movilizó personal y recursos a zonas que podrían ser afectadas en las próximas horas.
El NHC insistió en que el público no debe confiarse en los cambios de trayectoria: aunque el centro del huracán no toque tierra directamente, sus bandas externas pueden provocar lluvias intensas y marejadas peligrosas a cientos de kilómetros de distancia.
Perspectivas
De mantenerse la intensidad actual, Erin podría convertirse en uno de los huracanes más destructivos de la temporada 2025. Los expertos señalan que los próximos dos días serán decisivos para determinar si impactará directamente en territorio estadounidense o si se desviará hacia el Atlántico norte.
Lo cierto es que la amenaza ya genera tensión en el Caribe y Norteamérica, donde las comunidades se preparan para afrontar un fenómeno natural que recuerda la vulnerabilidad de la región frente a los efectos del cambio climático.