El cometa 3I/ATLAS está acaparando toda la atención del mundo de la astrofísica. Clasificado como un cometa interestelar (lo que significa que se originó fuera de nuestro sistema solar), este cuerpo celeste ya era especial por su origen; pero su comportamiento reciente lo ha vuelto un completo enigma.
Los telescopios espaciales y terrestres han detectado un aumento drástico y periódico en su brillo, acompañado de la expulsión violenta de material. Los científicos creen que no se trata de una simple sublimación de hielo, sino de criovulcanismo o "volcanes de hielo en erupción". A diferencia de los volcanes terrestres que expulsan lava fundida, estos volcanes cósmicos arrojarían una mezcla de hielo, dióxido de carbono y otros compuestos volátiles congelados que se evaporan rápidamente al entrar en contacto con la luz solar.
¿Un Cometa con Demasiada Energía?
Este nivel de actividad es inusual y desafía a la NASA y a los modelos de dinámica cometaria. La intensidad de las erupciones sugiere que el cometa 3I/ATLAS tiene una composición y una estructura interna mucho más volátil de lo que se esperaría para un cuerpo de su tamaño. Algunos astrónomos teorizan que su composición de origen, proveniente de otra estrella, es radicalmente distinta a la de los cometas nativos de nuestro sistema solar, lo que explicaría su comportamiento anómalo.
La NASA ha puesto en marcha un seguimiento en directo de su trayectoria, ya que, si bien el cometa no representa un peligro de colisión con la Tierra, se acercará lo suficiente para permitir un estudio sin precedentes con telescopios potentes. Este misterio cósmico es una oportunidad única para estudiar materiales y procesos que se originaron en las profundidades de otra región de la Vía Láctea, prometiendo reescribir lo que sabemos sobre la formación de los sistemas planetarios.