Antonio Acosta Espinosa, presidente del Banco Pichincha, protagonizó un momento de alta tensión que desató una tormenta mediática. El 1 de agosto de 2025, durante una visita a una agencia en el norte de Quito, el alto ejecutivo reaccionó con evidente molestia ante los reclamos de un cliente que exigía explicaciones por las continuas fallas en los servicios digitales del banco. La frase que se volvió viral fue clara y contundente: “Si no le gusta el banco, váyase a otro y no joda”.
El episodio, grabado por testigos, rápidamente se difundió en redes sociales, generando indignación entre miles de usuarios que ya venían reportando problemas con la aplicación móvil, cajeros automáticos y servicios en línea de la entidad bancaria.
El mea culpa de Acosta y las fallas persistentes
Tras la ola de críticas y exigencias de respeto, Acosta publicó un mensaje institucional donde expresó su arrepentimiento: “Mi actitud no estuvo a la altura del respeto que merecen nuestros clientes. Les ofrezco mis más sinceras disculpas”. A su vez, reconoció los problemas técnicos que han afectado la operatividad del banco y aseguró que se están tomando medidas urgentes para solucionarlos.
En su comunicado, el presidente insistió en que todo el equipo está comprometido con restablecer la calidad del servicio y recuperar la confianza de los usuarios. Sin embargo, las disculpas no evitaron que se intensificaran los reclamos en redes, donde muchos exigieron transparencia, compensación y mejoras reales.
Superintendencia de Bancos interviene
El incidente no pasó desapercibido para la Superintendencia de Bancos, que ya venía monitoreando las deficiencias tecnológicas de Banco Pichincha desde julio. El organismo informó que mantiene un seguimiento técnico permanente para garantizar que se restablezcan los servicios de forma adecuada. A pesar de considerar el impasse como un hecho aislado, reiteró que aplicará sanciones si las fallas persisten o afectan la estabilidad del sistema financiero.
Clientes exigen más que disculpas
Aunque la institución financiera es una de las más grandes del país, el incidente dejó en evidencia una profunda crisis de imagen y confianza. Las redes sociales siguen siendo un espacio de catarsis para miles de usuarios que han compartido sus malas experiencias, desde pagos duplicados hasta problemas de acceso a sus cuentas. Muchos coinciden en que un simple pedido de disculpas no es suficiente.
Conclusión:
El caso de Antonio Acosta y el Banco Pichincha evidencia cómo una respuesta impulsiva puede escalar a una crisis institucional en la era digital. A pesar del respaldo de las autoridades financieras, la entidad enfrenta una doble tarea: recuperar la estabilidad tecnológica y reconstruir la relación con sus clientes. La ciudadanía, cada vez más exigente, no solo espera soluciones, sino también respeto y transparencia.